Temas para el análisis – Entrevista Suplemento VOS

¿Qué hace que una estrella de rock se tire desde un noveno piso a una pileta? ¿O que con su camioneta se lleve puesto varios autos estacionados? ¿Y qué lleva a un músico que estudió años a paralizarse a la hora de salir a tocar en vivo?
Muchas de estas cosas dieron vuelta por la cabeza de Morella Mor –cordobesa de Laborde, licenciada en Psicología y miembro de la Asociación Española de la Psicología de la Música y la Interpretación Musical (Aepmim)– y la llevaron a especializarse en el amplio mundo de los músicos y sus problemáticas.


“Empecé a atender en un consultorio después de recibirme, pero no me sentía cómoda. Me sentía como disfrazada con el trajecito puesto. Eso empecé a trabajarlo en análisis, para saber qué me pasaba, porque mis intervenciones eran malísimas. Buscando mi forma de ser psicóloga, cuando me animé a atender en zapatillas todo cambió: me empecé a encontrar en este lado, de la atención medio informal pero dentro del marco de la ciencia psicoanalítica, claro”, explica Morella sobre sus primeros pasos como analista.
Con la música, el vínculo siempre estuvo ahí, aunque en su casa paterna no se lo veía con buenos ojos. “Empecé a estudiar música en Laborde, pero mis viejos no querían saber nada, creían que, como me gustaba Evanescence, iba a terminar en la droga. Luego, cerca de recibirme volví a intentar estudiar música, pero no encontraba un lugar. Sentía que todos eran como el servicio militar, así que una manera de reencontrarme con la música fue al ver que todos los artistas tenían algún padecimiento de índole psicológico angustiante que desembocaba en la música”.

–Más allá de tu interés por la música, ¿cómo empezaste a tratar músicos?
–Un metalero se contactó conmigo y me dijo que no creía en la psicología pero que me veía a la noche en los recitales y que creía que iba a poder entenderlo. Tenía mucho pánico escénico antes de salir a tocar y la estaba pasando mal. Ahí me di cuenta de que había mucha gente que probablemente se quería acercar pero no encontraba el espacio.
Temas frecuentes

–¿Cuáles son las inquietudes más frecuentes con las que llegan los artistas al consultorio?
–Generalmente, es la queja de que en el grupo no pechan todos para el mismo lado. Se sienten solos luchando por su sueño y su proyecto, y el hecho de no encontrar el empuje del dinero, que hace que puedan vivir de eso. Pero eso al fin y al cabo es un problema que se le genera a todos los profesionales. Otra cuestión común es cuando aparecen los hijos y se plantea el tema de la familia.
–¿Puede ocurrir que les vaya bien y no pueden manejar el éxito?
–Claro, a mí no me pasó aún con mis pacientes, pero Kurt Cobain es un ejemplo: alguien con una estructura psíquica muy desestabilizada en la que yo creo que todo estaba determinado hacia su suicidio: la banda Nirvana es esa cuestión de tendencia a cero; In Utero, el último disco es eso de cero tensión; el mismo velorio que hace en vida en el MTV Unplugged. Creo que hubo una sobreexigencia de la fama y no estuvo cuidado. Otro caso puede ser el de los artistas del “Club de los 27”. Todo es muy lindo cuando se desea; cuando se cumple, hay que bancarlo.
–De alguna manera está emparentado con lo que ocurre en el fútbol y la figura del psicólogo.
–Claro. De hecho, cuando nace la psicología de la interpretación artística en España son psicólogos deportivos los que se juntan con gente interesada en la música. Hay muchas similitudes, el músico está expuesto ante un público también, hay una suerte de entrenamiento, como los ensayos. Mantener ese espacio de ser estrella de rock o futbolística tiene su costo.
–En tus ponencias diferenciás a los músicos que tienen formación formal y los que no. ¿Por qué? ¿Al final no están los dos en el mismo lugar?
–Sí, están en el mismo lugar, pero hay un problema en cuanto a nombramiento propio del músico. Noto que el músico que no tiene un título no dice ser músico, dice “hacer” música, pero el músico no aparece, sienten que les queda grande. Yo hablo del músico no formal como “bastardo”, por el término del francés antiguo que habla de una voz interior que no sabe de dónde procede. En psicoanálisis tratamos de generar significantes fuertes y usar ese término tiene esa idea, la de pinchar.
–En una conferencia contabas que al músico “bastardo” le cuesta ser músico, pero al músico formal le cuesta “hacer” música.
–Creo que tiene que ver más con una especie de adiestramiento dentro de una institución, la cuestión académica de conservatorio es muy perversa en distintos aspectos, están mamando frustraciones cotidianamente. Generalmente van a hacer interpretar obras tal cual son y el espacio para lo propio no está. Creo que hay que hacer un sistema aún más saludable para el estudiante.
–¿El tema de la identidad musical aparece?
–Es un tema recurrente, pero no aparece explícitamente. Como el músico que hace cuarteto, pero para vivir… hay algo que está haciendo ruido internamente. La cuestión de la identidad no siempre se la cuestionan y muchas veces cuando lo hacen no tiene que ver siquiera con el estilo sino con otras cuestiones personales.
–¿Qué corriente de psicoanálisis está ligada a la música?
–El psicoanálisis nunca habló de música, habló de todas las ramas del arte, pero no de música. Yo estoy escribiendo sobre eso. Freud no entendía nada de música y dijo que no era aplicable, pero yo creo que se puede. En definitiva, soy psicoanalista y atiendo músicos, como atiendo otras personas también. El análisis es uno para todo el mundo, pero el músico requiere como cierta exclusividad y cuando le hablás de “psicólogo para músicos” se entusiasma más, es sólo una cuestión de rótulo pero no cambia la teoría, tal vez se sientas más cómodos que los atiendas en zapatillas, o que se pueden prender un faso en la sesión.
Saber escuchar
–¿Hasta dónde llega tu laburo? ¿Puede meterse hasta en la composición?
–Llega hasta donde el músico quiere que llegue, yo no creo en la cura, no resuelvo problemas. Escucho, devuelvo lo que escucho y veo que el otro haga algo con eso, si es que hay algo para hacer, algo que sancionará el paciente. Estoy en contra de las fórmulas, algo que por ejemplo en España usan mucho para, por ejemplo, vencer el pánico escénico. Te dan cinco pasos, algo que hasta puede ser peligroso. Por eso me gusta el análisis, porque responde a la singularidad de cada uno, porque el músico viene siendo abordado de una parte conductual. Dos más dos, cuatro; usted ensaye cinco horas y le va a ir bien. Puede funcionar, pero hay otros factores que influyen en la música y no tiene que ver solamente con ponerse a practicar.
–¿Para las bandas que ya están en el circuito y a buen ritmo, en qué está bueno trabajar?
–En el mantenerse, porque hay muchas bandas que cuando llegan, se caen. Empiezan a aparecer los conflictos monetarios entre los miembros, sobre quién cobra más o quién es el autor. Mantener la unión de grupo en el tiempo y las largas giras y jornadas, trae muchas tensiones. El tira y afloje familiar también es un tema que se pone en juego.
–¿Todos los músicos deberían hacer terapia?
–No, es para quien lo quiera. Yo, como paciente, puedo decir que esto que hago ahora es mi proyecto y es mi síntoma. Siempre tuve un rollo con eso que me inculcaron mis viejos, de sólo estudiar y estudiar porque era lo que me iba a dar de comer, y entonces no hacía ni teatro, ni canto, ni música. Pero yo estoy en el medio, me gusta tanto lo formal como el arte. Hoy siento la autenticidad de mi ser y hacer, y fue gracias al análisis. Pero siempre cuando aparezca la necesidad, yo no voy a salir a ofertar que vengan todos al análisis… el análisis trata de sacar mierda a flote… y después hay que bancarse el olor.

Por Rodrigo Rojas ( La Voz del Interior )

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